Editorial
El transporte urbano en la ciudad de Riobamba es parte esencial de nuestra rutina diaria. Los periodistas, como cualquier otro ciudadano, dependemos de estos medios para llegar a nuestros destinos. Sin embargo, recientemente, hemos sido testigos de situaciones alarmantes que ponen en riesgo nuestra seguridad.
Foto Referencial Diario Los Andes |
Hace unos días, mientras viajábamos en un bus urbano, una persona con una apariencia peculiar se subió al vehículo. A primera vista, parecía uno de los tantos vendedores ambulantes o personas pidiendo dinero. Sin embargo, su discurso inicial rompió la tranquilidad del viaje:
"Soy una persona que estuvo preso hace dos meses en la Penitenciaría del Litoral. Más abajo están tres amigos que les van a robar si no me dan lo que pido, sigan sacando su celular y dinero. Yo sé que es valiosa la vida y un celular no lo vale."
La amenaza fue clara y directa: entregar dinero o enfrentar las consecuencias. Mi esposa y yo, ante esta situación de peligro inminente, decidimos bajarnos del bus antes de que esta persona pudiera comenzar a recorrer los asientos. Durante el trayecto hacia la puerta trasera, este individuo intentó suavizar su amenaza alegando que todo era una broma y que él era comediante. Pero, ¿qué tipo de broma amenaza con violencia y robo? Nadie en el bus se estaba riendo. Todos permanecían en silencio, inmóviles por el miedo.
Lo más sorprendente fue que, a pesar de las claras amenazas, ningún otro pasajero nos siguió para bajarse del bus. Nos impresionó el miedo de la gente frente a una situación que claramente ponía en riesgo su seguridad. Es preferible perder los 30 centavos del pasaje que arriesgar nuestra integridad física y nuestros bienes.
Esta no es la primera vez que vivimos algo así. Hace unos seis meses, una situación similar ocurrió en el mismo tipo de buses urbanos. De nuevo, elegimos bajarnos para evitar ser víctimas de un robo.
La gran pregunta es: ¿qué están haciendo las autoridades para prevenir que cualquier persona se suba a un bus y amenace a los pasajeros? ¿Existe algún plan de emergencia para que los choferes o buseros puedan informar sobre este tipo de situaciones? ¿Cómo pueden reaccionar los transportistas ante estos actos de inseguridad?
¿Qué están esperando las autoridades para reaccionar? ¿Que una persona fallezca? ¿Que aumente tanto la inseguridad que la gente tenga miedo de salir a las calles, de subir a los buses urbanos, o incluso de realizar sus labores cotidianas?
Hasta ahora, no tenemos respuestas claras. Pero como ciudadanos, es nuestro deber exigir a las autoridades que implementen soluciones efectivas. Subir a un bus no debería ser una lotería donde arriesgamos nuestra seguridad y pertenencias.
Necesitamos medidas que garanticen que el transporte público sea un espacio seguro para todos. El temor de los pasajeros, reflejo de una resignación alarmante, no debe ser la norma. Es imperativo que se tomen acciones concretas antes de que la situación se deteriore aún más y se cobre vidas o termine por sembrar el miedo en nuestra cotidianidad. La seguridad no es un lujo, es un derecho básico.
Existe una inseguridad terrible, de la misma forma en los semáforos hay señores que se dedican a limpiar y si no se les da salen más enojados o amenazan con muerte. Incluso un señor sueñe golpear el parabrisas.
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